lunes, 23 de diciembre de 2013

La vida en Chile después del accidente

 Compartimos esta nota de La Tercera 
  De Hermano de Loreto Mardones

A días de doctorarse en EE.UU., la vida de Fernando Mardones cambió bruscamente: tras un accidente en una autopista, perdió a sus padres y a su mujer. En seis meses volvió a Santiago, terminó su tesis y se hizo cargo de sus hijas. por Benjamín Blanco - 22/12/2013 - 09:12

El viaje hasta Los Angeles debía durar ocho horas, pero se interrumpió cuando llevaban sólo dos. En la autopista Interestatal 5 de California, a la altura de Santa Nella, un automóvil conducido por un hombre de 29 años se cruzó de calzada y golpeó de frente al Ford Taurus donde iban el veterinario Fernando Mardones (36) y su familia.
El impacto fue fulminante, pero él quedó consciente. Lo primero que escuchó fue el llanto de sus dos hijas, lo que lo tranquilizó parcialmente. Luego miró hacía los asientos del piloto y copiloto, donde iban sus padres. “Como uno tiene formación médica, siente cuando una persona ha fallecido. Era el caso de ellos”, cuenta.
Entonces intentó girar para observar a su mujer, que iba sentada a su lado , en la parte trasera del auto. No pudo: tenía las costillas fracturadas y el dolor le impedía moverse. Alcanzó a verla de reojo y pensó que podía sobrevivir. En ese momento pidió ayuda, pero no gritó ni entró en pánico. Envió mensajes por WhatsApp a familiares y utilizó el teléfono. Esperó.
El y su pareja, Loreto Godoy (32) también veterinaria, estaban a semanas de terminar sus doctorados en la U. de California en Davis. Sus padres habían viajado para participar en la ceremonia de graduación.
Las niñas tenían varios huesos fracturados. Su pareja estaba grave. “Yo estaba consciente y tenía que ordenar mi cabeza. Pedí que me dijeran cómo estaba ella, y ese mismo día me enteré de que Loreto había muerto”, dice, de vuelta en Chile, en una cafetería de Ñuñoa.
Han pasado seis meses desde el choque y el veterinario asegura que hoy vive sin atormentarse. Dedicado al cuidado de sus hijas (de cinco años y de uno) y a un proyecto de investigación con la U. Austral, reflexiona sobre este período, que “califica de experiencia única, introspectiva”.
“Más que bajonearme, lo he tomado como un desafío (…). En mi crianza se han diferenciado los aspectos emocionales y racionales. Me cuesta mezclar las cosas. Cuando tengo que llorar, lloro. Cuando debo usar la cabeza, lo hago”, dice.


Las primeras semanas transcurrieron entre la recuperación y los estudios: mientras sus hijas y él eran tratados por las lesiones -rodeado de cercanos que viajaron desde Chile-, Fernando Mardones -especialista en el virus Isa, que afecta a la industria salmonera- se esforzaba en terminar su tesis de doctorado en Epidemiología y Enfermedades Infecciosas: “Estaba muy enfocado, con mucha fuerza mental. Al final se pudo hacer”, dice. Pero recalca: “Mi familia llegó desde Chile para cuidarnos”.
La fórmula resultó bien, al menos en una primera etapa. A los dos meses -y con el diploma de doctor- volvió a Chile, donde tuvo más tiempo para reflexionar sobre su pérdida: “Reencontrarme con la casa de mis padres, la casa donde ella creció, fue duro. Han pasado fechas emblemáticas: el 18, el cumpleaños de mis padres, el de ella. Creo que esta etapa seguirá hasta Navidad. Además, vino la ceremonia de Loreto”.
Mardones conoció a su mujer en las aulas de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la U. de Chile. Luego de vivir unos años en Chiloé, se casaron en 2006 y viajaron a estudiar a Davis, una ciudad universitaria de 60 mil habitantes, a una hora de San Francisco. El plan era que él realizara un magister y ella aprendiera inglés, pero, a medida que se abrían oportunidades académicas, el regreso a Chile se fue postergando. Nacieron sus hijas y comenzaron un doctorado.
Entonces el veterinario interrumpe su relato y vuelve al momento en que regresó a Chile: “Tenía la decisión tomada desde antes: donó sus órganos y fue cremada”. Fue en el Canelillo, balneario donde veraneaba cuando niña. Allí, familiares y amigos recorrieron varios sitios cerca de la playa, haciendo una cronología de su vida: “En cada lugar, un cercano describía un aspecto de ella. Luego nos metimos en bote y lanzamos las cenizas al mar”.
Mardones cuenta que pertenece al “cuarto camino”, corriente que aplica filosofías de oriente a la vida de occidente. “Es algo medio esotérico, muy vivencial, donde se trabaja el día a día”, describe. “Ahora viene una etapa nueva y estoy expectante. Me toca ser padre soltero, a muchas mujeres les toca y yo también puedo hacerlo”, afirma.
En estos días rota por casas de familiares, pero tiene planeado partir próximamente a un departamento de Ñuñoa, que ha decorado con muebles que trajo desde Davis.
Dice que cuando su hija mayor lo vio, se puso feliz. “Tiene una capacidad tremenda, lo sabe todo, lo entiende todo. Cuando me pilla bajoneado, me sube el ánimo. También, a veces, llora”, cuenta.
Profesionalmente, lidera un proyecto financiado por Fondecyt que busca evitar que se disparen enfermedades como el virus Isa en la industria pesquera. “Postulamos a ese proyecto en mayo, junto a su señora. La idea era que se vinieran a Valdivia los dos”, dice Gustavo Monti, profesor de la U. Austral que trabaja con Mardones.
“Cuando muchos peces conviven en una misma área, se disparan las enfermedades, y lo que buscamos es dar con el número de ejemplares que deben convivir sin que eso suceda”, detalla Monti.
Mardones, por su parte, cuenta que tiene otros dos proyectos: el primero, terminar, junto con la profesora guía de su mujer, la tesis de doctorado de su señora. El segundo, formalizar una beca con el nombre Loreto, en la UC Davis. Esas son, hoy, sus misiones.

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