Uno de los
conjuntos de actitudes y conductas que más preocupan a los padres es la del
hijo que se vuelve el amo
indiscutible de la familia, sometiendo a los demás integrantes del seno
familiar a sus exigencias y caprichos, escogen qué comida hay que cocinar,
dónde viajará la familia para pasar las vacaciones, el programa de televisión
que se verá en casa, etcétera.
Para conseguir sus propósitos, gritan,
amenazan y agreden física y psicológicamente a sus padres. Se podría decir que
su nivel de empatía (capacidad para ponerse el
lugar de otro) no está del todo desarrollado. Por esta razón parece que no sean
capaces de experimentar sentimientos como el amor, la culpa, el perdón o la compasión.
Quien no
acata los imperativos del niño es víctima de escandalosos berrinches y hasta
agresiones. La violencia que ejercen los hijos hacia sus progenitores,
aprendiendo a controlar psicológicamente a éstos, redunda en conseguir que
obedezcan y cumplan con sus deseos. Esta característica en la personalidad de
los niños también ha recibido el denominativo de “hijos dictadores”, a causa
del dominio incontestable que ejercen en el seno familiar.
Características del niño emperador
Suelen mostrar rasgos propios del egocentrismo y carecen de tolerancia a la frustración: ya que no
aceptan un “no” como respuesta. Estos rasgos no pasan desapercibidos en el
entorno familiar, y mucho menos en el escolar. Son niños que no han aprendido a
auto-controlarse ni a regular sus propios sentimientos y emociones. Tienen la habilidad
de conocer las flaquezas de sus padres, a quienes acaban manipulando en base a
amenazas y agresiones.
Causas biopsicosociales del
Síndrome del Emperador
Tiene causas
de origen psicosocial. De
este modo, se señala la decisiva influencia del cambio en el modelo laboral y
social, factor que repercute en la cantidad y calidad del tiempo que los padres
pueden dedicar a sus hijos.
Los factores
de crianza que pueden gatillar que el niño adquiera patrones conductuales del
Síndrome del Emperador es el escaso
tiempo de los padres para educar y establecer normas y límites a
sus hijos. Las largas jornadas laborales hacen que los padres se ausenten
largos periodos de tiempo en casa ocasionando un estilo educativo de tipo
culposo, y siendo propensos a consentir y sobreproteger a los hijos.
También
suele observarse en estos niños una falta de hábitos familiares afectivos, descuidando la necesidad de jugar e
interactuar con los hijos.
El estilo
educativo imperante décadas atrás se basó en el autoritarismo: padres que gritaban, que
dictaban órdenes y que ejercían un control punitivo sobre las conductas de
los hijos. En cierto modo por miedo a volver a caer en ese estilo que muchos
padecieron en sus propias carnes, el estilo educativo actual ha virado hacia el
extremo opuesto: la ultra permisividad.
Por eso es
importante recordar que la autoridad no es lo mismo que el autoritarismo: los
padres deben ejercer un grado controlado e inteligente de autoridad, de forma
sana y adecuándose a las necesidades educativas y evolutivas de cada niño.
Educación en familia y en la
escuela
Los padres
dubitativos que ejercen una educación
libre de límites, descuidan establecer marcos de referencia para las
conductas de los hijos.
Mientras los
padres han cedido ya toda su autoridad, los maestros se ven en la
necesidad de marcar límites a unos niños que han sido educados para
desobedecerlos y desafiarlos en favor de sus exigencias. Se llega a dar el caso
de que los maestros que tratan de establecer normas reciben la desaprobación y
las quejas de los padres, que no consienten que nadie ejerza autoridad alguna
sobre sus hijos. Esto refuerza y consolida al niño emperador en su actitud.
El niño emperador en la
adolescencia
En la etapa
de la adolescencia, los
niños emperadores han consolidado sus pautas conductuales y morales, siendo incapaces
de concebir algún tipo de autoridad externa que les imponga ciertos límites. En
los casos más graves, pueden llegar a agredir a sus padres, siendo una denuncia
ampliamente reportada en las comisarías y cada vez más frecuente. De hecho, son
las madres las que se llevan la peor parte, quienes sufren, comparativamente,
mayor proporción de agresiones y vejaciones por parte de sus hijos.
Una buena educación desde la
infancia
Es
imprescindible forjar una base sólida en la educación de los niños. Para educar
a futuros niños, adolescentes y adultos sanos, libres y responsables, es
preciso no renunciar a poner
límites claros, permitir a los niños experimentar cierto grado de
frustración para que puedan comprender que el mundo no gira en torno a ellos, y
el respeto hacia las demás personas. Solo así se comprometerán con sus
objetivos y se esforzarán por alcanzar sus metas, tomando consciencia del valor
de las cosas.
María José Veas
Interna de Psicología
Universidad Gabriela Mistral
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