Comparto texto de Diplomado en Salud Familiar
La depresión es tan antigua como la humanidad misma. Durante muchos
siglos fue manejada por amigos, brujos, sacerdotes, etc. y tratada con
todo tipo de pócimas, brebajes, baños y cambios de ambiente, entre
otros.
La historia del concepto de la enfermedad, asociada a los
desórdenes del afecto, comenzó en la medicina occidental con el concepto
de “melancolía”. Se le consideró como una perturbación de la mente
caracterizada por una gran tristeza sin causa aparente y se le atribuyó a
un “exceso de la bilis negra”. La historia de los desórdenes afectivos
revela un calidoscopio de opiniones médicas pero con ciertas constantes
unificadoras. La fórmula de “la gran tristeza sin aparente ocasión" y
"la mente fija sobre un solo pensamiento" ha sido repetida a menudo
desde el siglo V A.C. hasta el presente en la literatura médica
occidental.
Actualmente, la depresión es uno de los problemas
“emblemáticos” de salud mental en Atención Primaria. Esto debido a la
prevalencia con que la encontramos en nuestros usuarios pero, por sobre
todo, por su multicausalidad y la multiplicidad de factores asociados,
que van desde elementos propios de la persona (biológicos,
psicológicos), del contexto en el que se encuentra y de elementos más
estructurales como los determinantes sociales de salud.
La depresión afecta la vida cotidiana del individuo, su familia
y entorno. Como concepto agrupa una serie de síntomas: afectivos
(tristeza patológica, decaimiento, irritabilidad, sensación subjetiva de
malestar e impotencia frente a las exigencias de la vida), cognitivos y
somáticos, siendo estos últimos la forma de presentación más habitual
de esta patología en la atención primaria. Esto nos lleva a una
focalización de la búsqueda en factores orgánicos, olvidando que tras de
una policonsulta de una patología crónica descompensada puede
esconderse una depresión. La exploración del motivo de consulta debe
equilibrar la búsqueda de estos tres síntomas, que estarán mediados por
elementos orgánicos, biográficos, de contexto familiar y social.
Esto nos plantea un tremendo desafío como equipo de atención
primaria: ¿Cómo hacer un diagnóstico y una intervención efectiva,
pertinente y con sentido para nuestros usuarios? ¿Qué expectativas tiene
un usuario con depresión de nuestra intervención en atención primaria?
¿Cómo debe ser nuestra relación de ayuda? ¿Qué elementos incorporar en
el tratamiento?
Ocurre muchas veces en el cotidiano del hacer médico, que
cuando se presenta un paciente con algún síntoma que pueda estar
asociado a depresión, hacemos una exploración desde el plano biológico,
que es quizás el terreno que mejor conocemos, y dejamos para un segundo
momento la exploración psicosocial, o derivamos a profesionales de esa
área, porque sentimos que no tenemos las herramientas suficientes como
para abordarlo. Esto también se asocia a que el propio concepto de
depresión es amplio y heterogéneo, y además nos remite a significados
que están presentes en el imaginario social. Entonces, es importante
reflexionar sobre qué entendemos por depresión, más allá del conjunto de
síntomas que ésta agrupa y que no siempre son abordables por los
instrumentos diagnósticos, relevando la importancia de la escucha activa
y de las habilidades comunicacionales que nos permitan una mejor
comprensión de la vivencia de la enfermedad.
Pero no podemos olvidar que hay muchos elementos relacionados
con la depresión que no dependen sólo de nuestro accionar clínico en
nuestro box. Los elementos sociales, culturales, el entorno donde está
nuestro paciente, condiciones adversas de vida, eventos estresantes que
son parte de su biografía, la estigmatización que vivencian los
pacientes con problemas de salud mental, el imaginario social que se
asocia a la depresión, trascienden la intervención que podamos hacer en
nuestro centro de salud, siendo necesarias acciones a nivel de políticas
públicas en donde nosotros podemos aportar sensibilizando, haciendo
abogacía y haciendo visible el problema.
En este módulo pretendemos aportar elementos que permitan una
mirada más integral, con una exploración y un diagnóstico que considere
los diferentes factores que se interrelacionan con el paciente, su
familia y entorno; como asimismo elementos para un trabajo integrado y
conjunto con el equipo de salud y las redes existentes en la comunidad,
contribuyendo a ampliar la gama de posibles intervenciones efectivas en
nuestra relación de ayuda, y movilizando la reflexión colectiva para que
nuestro accionar con usuarios con depresión traspase las paredes del
box de atención.
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