martes, 17 de diciembre de 2013

La tríada ideal

Alimentación sana, práctica de ejercicios físicos y control del peso corporal constituyen prácticas que pueden frenar la llamada epidemia del siglo XXI: la diabetes.


Una alimentación sana ayuda a prevenir la diabetes. Foto tomada de: Strokestrike.com

El ascenso alarmante de las cifras de diabetes a escala mundial la han convertido, además de en una de las diez primeras causas de discapacidad, en una de las epidemias del siglo XXI.
Un dato ilustra la situación: para el 2030, uno de cada diez adultos será diabético si no se toman las medidas necesarias para evitarlo.
Cabe preguntarse, ¿y a qué puede deberse el incremento de los casos a escala global, con cifras de hasta 370 millones de diabéticos y otros 280 en riesgo de desarrollarla?
Denominada hoy como «enfermedad de la civilización», la diabetes se encuentra asociada a estilos de la vida moderna como el sedentarismo, el consumo de alimentos hipercalóricos y la obesidad, lo que unido al estrés conforman la lista de los principales factores de riesgo de esta enfermedad.
PERO, ¿QUÉ ES LA DIABETES?
La diabetes es un desorden metabólico multifactorial que se caracteriza por altos niveles de glucosa en sangre —hiperglucemia— que ocurre por trastornos en el metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas. Ello se debe a los defectos en la secreción o la acción correcta de la insulina.
Es decir, que en la diabetes existen afectaciones en el empleo de la glucosa, un azúcar que constituye la principal fuente de combustible del organismo. Al ingerir los alimentos, la glucosa resultante debe dirigirse al torrente sanguíneo. El páncreas es el encargado de producir la insulina, llave que facilita la entrada de esa fuente energética celular, por lo que, cuando esta falla, la glucosa en exceso circula por todo el cuerpo y su concentración alcanza elevados niveles en sangre.


ALGUNOS DATOS DE SU HISTORIA
Resulta interesante conocer que existen reportes de la diabetes desde las más antiguas civilizaciones. La primera referencia escrita de la diabetes es el papiro de Ebers, del lejano Egipto. En él se describe la existencia de enfermos que adelgazaban, orinaban mucho y se sentían abrumados por la sed.
En el Ayurveda hindú se menciona una enfermedad asociada con personas que consumían mucho dulce, obesas, con orina pegajosa y «con sabor a miel». La incidencia de estos síntomas en personas con solvencia económica conllevó a que se la denominara «enfermedad de ricos».
Se considera que Celso, el galeno romano, fue el primero que describió la diabetes y aconsejó el ejercicio físico para mejorar las condiciones de vida de los enfermos.
El descubrimiento de la insulina permitió abrir nuevas etapas investigativas y de tratamiento.
TIPOS DE DIABETES
La diabetes puede ser de tipo 1 y de tipo 2.
La tipo 1 se reconoció durante mucho tiempo como diabetes juvenil por su aparición frecuente en niños y jóvenes. Hoy se conoce que puede aparecer a cualquier edad. Se ha nombrado también insulinodependiente, pues en ellas existe destrucción autoinmune de las células β (células beta) del páncreas, lo que impide la producción de insulina. Representa entre el 3 y el 5 por ciento de los casos de diabetes en el mundo.
La tipo 2 se ha llamado diabetes de la edad adulta por su aparición en personas de mediana edad o adultos mayores, pero en la actualidad se presenta cada día con mayor frecuencia en niños, adolescentes y adultos jóvenes, lo que corrobora su asociación a estilos de vida no saludables. Su rasgo principal es la resistencia a la insulina, lo que en sus inicios provoca un incremento de su síntesis y secreción con el objetivo de contrarrestar las afectaciones que se producen en las células de los músculos, hígado y tejido adiposo, que no pueden usar adecuadamente la glucosa, hecho que va disminuyendo con el tiempo.
Su naturaleza genética ha sido comprobada en investigaciones con gemelos idénticos y los síntomas más característicos son: aumento del apetito, fatiga, poliuria —aumento de la frecuencia de la micción, especialmente en la noche—, pérdida de peso, aumento de la sed, visión borrosa y heridas que no cicatrizan.
Cuando se afirma que «la diabetes no mata, lo que mata son las complicaciones» se hace referencia a la nefropatía diabética, la retinopatía (segunda causa de ceguera en el mundo), la neuropatía (provoca úlceras y hasta amputaciones en miembros inferiores), además del incremento de riesgo de enfermedad cardiovascular, principal causa de morbimortalidad en las personas diabéticas.
LA DIABETES TIPO 2 PUEDE PREVENIRSE
El ascenso de la diabetes en el mundo se refiere al tipo 2 y, aunque es innegable su componente genético, es posible prevenirla con acciones al alcance de todos, pues solo depende de cambios en los estilos de vida que favorecen su aparición.
  1. El ejercicio físico
Muchos estudios demuestran que las personas que realizan ejercicios físicos de forma habitual alejan la diabetes tipo 2. Estos ejercicios físicos deben ser de los encaminados a incrementar el gasto energético total y a lograr que las fibras musculares transporten glucosa al interior de las células. Se describe que el ejercicio aeróbico —caminar rápido, montar bicicleta y nadar— logra los objetivos planteados anteriormente y su efecto puede durar hasta 24 horas, razón por la cual se recomienda que el tiempo óptimo para realizar estas prácticas oscile entre 30 y 60 minutos, con una frecuencia diaria o de al menos cinco días a la semana.
El ejercicio físico debe incluirse en las prioridades de cada persona. Ayuda además a la relajación y a disminuir los efectos del estrés, estabiliza la presión arterial, los niveles de colesterol y, algo muy importante, permite controlar el peso corporal.
2. Dieta sana y balanceada
La dieta constituye un elemento clave para prevenir la diabetes. Es importante cumplir con las comidas recomendadas, es decir, desayuno, almuerzo y cena, con meriendas intermedias. Lo ideal es comer al menos cinco veces al día en las cantidades recomendables de acuerdo al peso y la talla. También resulta muy oportuno consumir de forma sistemática frutas y vegetales, no solo por sus aportes en vitaminas, minerales y antioxidantes, sino porque constituyen vías sanas para lograr saciedad. El consumo de alimentos ricos en fibra, productos lácteos bajos en grasas, así como la eliminación o disminución en el menú de alimentos fritos, postres con azúcares refinados y grasas saturadas son algunas de las recomendaciones dietéticas más importantes para vivir sin diabetes. Sazonar con productos naturales como especias y hierbas aromáticas, así como consumir carnes de ave y pescado preferiblemente, ayudan a mantener distante a la llamada «enfermedad de la civilización».
3. Controlar el peso corporal
Mantener un peso corporal cercano al ideal permite un mejor empleo de la insulina. Estudios describen que cuando las personas con sobrepeso bajan entre 5 y 7 por ciento de su peso reducen el riesgo de desarrollar la diabetes en casi un 60 por ciento. Un peso corporal dentro de límites normales puede lograrse con la práctica regular de ejercicios físicos y con una alimentación sana.
No debemos olvidar que la educación del diabético y sus familiares es un componente esencial para la prevención de la enfermedad y el manejo y control de los que han enfermado. En este sentido es muy importante recibir las recomendaciones individuales del personal especializado en nuestras áreas de salud, relacionadas con el plan dietético y de actividad física.
La diabetes constituye una de las principales amenazas para la salud humana en el siglo XXI. Una vez más, la prevención resulta la mejor aliada para cambiar esta historia. Modificar hábitos y dirigirlos hacia una vida más activa, con una alimentación variada y sana que garantice el peso dentro de rangos normales, constituyen la triada ideal para alejar esta creciente epidemia.
BIBLIOGRAFÍA
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