lunes, 3 de noviembre de 2014

Psicosis o el miedo a enfrentar lo desconocido.

El enfrentarse a algo o alguien novedoso, o en última instancia lo desconocido, siempre será una experiencia de perplejidad, sino un desafío. Cada vez que nos enfrentamos a lo inusual intentamos capturarlo con nominación, atraparlo y encerrarlo en la palabra, en el terreno de lo conocido. Pero hay que tomar en cuenta que el modo en cómo denominemos aquellos que nos es desconocido va a determinar la forma en cómo nos relacionemos con aquello. En ese sentido cuando yo te digo “amigo” a alguien que estoy conociendo, lo estoy invitando a acercarse, a que compartamos un mundo mutuo, un continente en donde habiten nuestras dos realidades; pero cuando llamo a alguien “malo” o “enemigo” la inflexión es al rechazo, al exilio del campo de la confianza. Y cabe destacar que estos dos movimientos dan certidumbre y confianza porque sitúan al “otro” en un espacio de lo conocido.

Ahora bien, cabe mencionar que este patrón también se da en el área de la Salud, en especial en la de la Salud Mental, en donde como sociedad hemos construido significados negativos en torno a la “enfermedad” y “los enfermos”. Cada vez que en nuestro cotidiano observamos conductas que no podemos comprender las tratamos de integrar mediante nuestros modelos culturales. Por ejemplo si veo que alguien hace algo demasiado divergente, como teñirse el pelo de 3 colores, la tendencia será atrapar a esa persona en denominaciones como “raro”, “loco”, “desviado” o “enfermo”. Y esta tendencia se observa también en la práctica clínica donde muchas veces los diagnósticos y las descripciones acaparan el sentido de los profesionales de la salud mental. 

Así es el caso, por ejemplo, con la psicosis donde la expresa descripción de los síntomas sitúa a estas personas con estos diagnósticos en terrenos excluidos de desesperanza y resignación, rescatados únicamente por la medicación y algunos ejercicios que fortalezcan su yo. Pero el encuentro y la relación humana quedan desalojados al asombro, la perplejidad y el miedo. Como “escuchar voces” es tan “extraño”, inaceptado por lo menos, se trata de aplacar y acallar. Todas las fuerzas se destinan a amortiguar un síntoma que pudiese estar hablando de una forma distinta de organizar la experiencia, del sufrimiento y de la crisis existencial que pudiese estar transitando una persona.

El video que se comparte en esta oportunidad es la experiencia de cómo una mujer (Eleanor Longden) tomó el camino largo y duro del entendimiento de algo que es desconocido, temido y rechazado por la mayoría de nosotros. En este camino se encontró con todo lo descrito previamente, pero pudo sortear y encontrar tanto personas y grupos sociales como su propia fuerza interna que la condujeron a darle un sentido integrador y trascendente a síntomas que para la mayoría se abandona en el desdén.


Esta no es una invitación a negar los tratamientos farmacológicos, psiquiátricos y/o psicológicos, ya que se ha demostrado que la combinación de estos agentes, junto a otros factores, permiten sobrellevar de buena forma este problema que tiene múltiples rostros (biopsicosocial). La intención de esta entrada es mostrar una alternativa, hacer ver que hay formas distintas de abordar al otro desconocido, una forma que podría constituirse en más humana, inclusiva, respetuosa y comprensiva, donde la invitación sea a transformarnos en amigos de lo desconocido.



Por Javier Ahumada Guerrero
Interno de Psicología
Universidad Central
Equipo de Salud Mental

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