AUTOESTIMA
Y VULNERABILIDAD
Ps. Claudio Ocaranza
Antes de comenzar con las temáticas,
invitamos al lector a apreciar y comprender este articulo, como una invitación
a reflexionar respecto de las propias creencias relacionadas con los conceptos
de autoestima y vulnerabilidad y como se conjugan al momento de nuestro
quehacer y no como una verdad absoluta e independiente de las propias
cosmovisiones de los autores y lectores.
Inicialmente, nos parece necesario
distinguir algunos niveles lógicos que permitan aclarar desde donde emergen las
distinciones que realizaremos en este artículo. A nivel epistemológico,
entendiendo esto como “un conjunto de reglas usadas por los miembros de un
grupo en su definición de la realidad universal. Vale decir, explicaciones
ultimas de que es y cómo opera o funciona la realidad, incluyendo en ésta el
funcionamiento de los seres humanos, es decir cuando nos preguntamos ¿Qué es la
realidad? no existe una única respuesta, en la psicología contemporánea
coexisten al menos dos formas básicas y diametralmente distintas para responder
a esa pregunta, estas corresponden a dos nociones epistemológicas diferentes la
objetividad y el constructivismo. La objetividad corresponde a
concepciones de tradición empiristas. Es decir, aquellos que aceptan que hay
una realidad única y universal, igual para todos y ésta existe con
independencia del nexo entre observador y observado. Según este modelo, las
personas pueden acceder a esta realidad mediante sus sentidos. El ser humano es
entendido como un ser eminentemente pasivo que sólo responde a un orden externo
dado. Así, la mente humana se vuelve meramente un receptor pasivo de ese orden
externo. Por su parte, el constructivismo acepta la existencia de la
realidad solo en su condición de dependencia del observador. La visión
constructivista cuestiona la noción de un mundo compuesto por propiedades
estables, que existen con independencia del observador.
A nivel paradigmático, nos encontramos
con dos perspectivas Monadica e Interaccional. El paradigma
monadico entiende lo “psíquico” desde el interior del ser humano, como
una dinámica que ocurre en el ser, independiente de las interacciones en que
participa. El paradigma interaccional, entiende lo “psíquico” entre los
seres humanos, donde lo psicológico ocurre en las interacciones entre las
personas, incluyendo los contextos en que participa.
A nivel cosmovisional, podemos apreciar
diferencias entre las perspectivas occidentales y orientales respecto del ser
humano. Desde la perspectiva occidental, tenemos una concepción de estabilidad
y determinismo “interno” respecto de nuestro comportamiento, dando un
importante valor al “ser consecuente”, entendiendo esto como la mantención de
una postura y opinión, respecto de los mandatos socialmente esperados y
correctos, dando primacía a lo individual (competencia) por sobre lo colectivo,
además de la mantención de un pensamiento lineal/causal de los fenómenos. Por
su parte la perspectiva oriental, pone relevancia en el desarrollo de una
perspectiva colectiva (totalidad) donde las individualidades son entendidas dentro de un marco más
amplio, además el ser humano aparece como potencialidad a ser desarrollada,
valorando la flexibilidad y el desapego a creencias de un “SER”.
Ahora bien, al intentar hablar de
autoestima, lo primero que emerge es la sensación de un concepto ampliamente
aceptado y conocido por la mayoría de nosotros, que se vincula directamente con
lo humano, así si revisamos algunos enunciados generales de occidente, nos
encontramos con que si bien no existe una definición única de autoestima, los
enunciados transitan desde postulados energéticos, como una fuerza innata que
empuja al organismo hacia la vida, hasta postulados psicológicos, como la
capacidad desarrollable de experimentar la existencia, conscientes de nuestro
potencial y nuestras necesidades reales; un denominador común en estos
planteamientos es la relación que existe entre el individuo y su entorno
incluso antes de nacer, si bien esto es algo incuestionable al pensarnos como
seres que nos construimos en los juegos sociales, al momento de encontrarnos en
contextos de trabajo o apoyo con otro, tomamos con o sin conciencia en una
posición epistemológica objetiva con cosmovisiones occidentales y mirando
monadicamente, entendiendo la autoestima como algo individual, dejando de lado
cualquier posibilidad de entender los contextos relacionales, así como nuestra
responsabilidad en las distinciones que realizamos respecto de otro. En
occidente es muy aceptado este tipo de concepciones y la búsqueda se orienta en
mantener una “buena/alta autoestima”, que determina nuestro ser en el mundo, es
decir que mientras mas alta es nuestra autoestima, mas se enraíza la concepción
que tenemos de nosotros y por el contrario cuando sentimos baja nuestra
autoestima esto se transforma en una carga que se debe solucionar para
continuar con nuestras vidas. Esto podría parecer una obviedad y una virtud a
alcanzar, sin embargo, las consecuencias desfavorables de esta cosmovisión
trascienden por mucho las ilusiones de mejoría que tanto anhelamos.
Las
consecuencias que podemos apreciar se pueden resumir en 2 principales.
1) Rigidización del ser o Yo: En este sentido la creencia que la autoestima es un
fortalecimiento de nuestra creencia personal respecto de nosotros mismos, lleva
a una peligrosa limitación en las posibilidades de cambio y adaptación,
producto que todas nuestras energías se centran en mantener o mejorar la
definición de nosotros, buscando consolidarnos en una única manera de mirarnos
dejando de lado toda posibilidad de cambio o matiz, frente al devenir de la
vida, como por ejemplo una enfermedad, por lo tanto nuestra seguridad personal
e ilusión de control se sitúan en definiciones personales estáticas que no se
ajustan a los contextos cambiantes propios del vivir, es decir la seguridad se
posiciona en un mundo no cambiante, donde la constancia del ser se sostiene en
una mayor autoestima reduciendo la posibilidad de adaptación a un mundo
cambiante.
2) Valoración de la lucha por sobre la aceptación: Cuando nos encontramos afanados en definirnos (de
buena manera) a nosotros mismos y nos vemos enfrentados a situaciones complejas
como la enfermedad, agregamos un valor más a esta definición que es la lucha
contra la adversidad, por lo que nos volvemos unos “luchadores”, como un
mecanismo de mantener un control ilusorio respecto de nosotros mismos, sin
embargo el costo de esta postura se asocia al protagonismo que toma en este caso la
enfermedad en nuestro ser, por lo que la perspectiva del mundo queda limitada a
un solo ámbito, no permitiendo movimiento o creatividad frente a el sin fin de
eventos que enfrentamos, además lo más complejo se relaciona con la capacidad
identitaria que le entregamos a la enfermedad, ya que esta nos define (enfermos
VS luchadores) por lo cual independiente del resultado de la enfermedad,
continuara dando sentido a nuestro ser. Quizás esto parezca un atributo digno
de alcanzar, ser un luchador frente a un mundo de adversidades y desafíos, pero
también nos invita a mirar el mundo como algo a vencer, lo que por lo menos
conlleva un desgaste importante personal y social.
Siguiendo a Pieper “Pensarse a sí mismo de una u otra
manera tiene consecuencias y en mi experiencia, concebirse estable tiene mayor
probabilidad de sufrimiento, al no tener incorporado el cambio personal y del
mundo como parte fundamental del existir. Ser alguien otorga la sensación de
seguridad y constancia y por ende se dificulta mirar que esos alguienes son las
propias prisiones que limitan el movimiento diciendo hasta donde podemos
llegar, como llegar…. podemos crear ideas o cuentos tortuosos o sueños
fantásticos, sin embargo, todos ellos sueños o pesadillas, se constituyen en
una limitación personal si se mantienen como construcciones solidas,
independientes y previas a la experiencia presente, estas otorgan un texto pre
escrito con el cual reaccionamos en el contexto” (Pieper, 2007)
En relación a lo anterior, si bien nuestra postura
difiere de los planteamientos consensuados en occidente respecto de autoestima,
pretendemos presentar una postura distinta, como ámbito para reflexionar
respecto de nuestro quehacer, entendiéndola como una postura más dentro del
conjunto de planteamientos existentes, que puede ser libremente aceptada o
desechada por el lector.
Para comenzar parece importante descartar el concepto
de “autoestima”, puesto que la propia palabra tiende a confusión, ya que
aparece como una cualidad particular que se desarrolla dentro del ser humano y
determina una relación con uno mismo, lo que incluso en la superficie se
contrapone con las definiciones occidentales, que la sitúan como una
construcción que se da y mantiene en la interacción con otros. En este sentido,
lo más apropiado desde nuestra perspectiva es plantear la “construcción de si
mismo” dentro de un contexto determinado, que ocurre en constante interacción y
dinamismo, por lo que la valoración está situada en la constante construcción,
por sobre una imagen única e inmutable de si mismo, que además siempre esta
entrelazada al contexto en que ocurre. Desde aquí rescatamos la concepción y
valoración oriental del ser, que apunta a que el trabajo personal es a no ser,
ya que cualquier anhelo por “ser alguien” implica fortalecer un ego separado de
la totalidad, donde lo importante es uno por sobre nuestro entorno. Aquí es
donde la autoestima se disuelve completamente y emerge el “siendo”, que
entendemos como la posibilidad de no ser alguien, con múltiples posibilidades
de ser (en un momento determinado) pero con la libertad de cambiar nuestra
visión y tomar conciencia de nuestra implicancia en un mundo más amplio que
nosotros mismo.
Permítanme hacer una distinción
alternativa de la autoestima baja: Lo que normalmente llamamos autoestima
baja está rodeada de un egocentrismo desmedido…. La autoestima baja es un
disfraz de sentirse el centro del universo, en la cual las conclusiones que
saca una persona respecto a su condición actual están construidas como si el
universo girara alrededor del personaje. (Pieper, 2012)
Siguiendo lo anterior, la vulnerabilidad se incluiría
dentro de este marco como una distinción que realiza un observador respecto de
un otro u otros; con esto no queremos decir que la vulnerabilidad física,
social, psicológica no existan o no sean relevantes, puesto que, por ejemplo,
frente a una enfermedad es innegable que por lo menos exista una probabilidad
de vulnerabilidad biológica, lo que intentamos decir es que si bien la persona
que nos consulta distingue una sensación de vulnerabilidad, el peligro está en
que el observador construya una relación desde esta base, relacionándose mas
con la enfermedad que con la persona que solicita apoyo, lo que predispone
acciones, explicaciones y emociones que perpetúen esta distinción y faciliten
relaciones descalificadoras e incapacitadoras, y no colaboren en posicionar al
consultante y al especialista en una relación de posibilidades novedosas y
aliviadoras que validen a ambos como legítimos constructores de sus propias
vidas. Las consecuencias con las que nos encontramos aquí:
1) La
persona que consulta por el padecimiento de una enfermedad, al encontrarse en
una relación donde se construya la vulnerabilidad o baja autoestima como un
“problema”, agrega un segundo sufrimiento junto al motivo que provoco la
consulta inicial.
2) Generación
y mantención del supuesto que la vulnerabilidad es algo malo e indeseable y no
como algo propio del ser humano que se enfrenta a contextos inesperados y
difíciles.
Por otra parte, en el trabajo clínico, nos podemos
encontrar, desde una perspectiva de la vulnerabilidad como parte de la vida en
un cosmos cambiante, con consecuencias como:
1) La aceptación de la vulnerabilidad como parte de un
proceso específico: Permite tanto al
consultante como al terapeuta, entender las redes de relaciones que contiene el
contexto y no como una inadecuación interna de la persona, posibilitando una
perspectiva más amplia de comprensión e intervención.
2) Relación humana por sobre lo técnico: El observador deja de solo mirar diagnostico y/o
categorías y pasa a encontrarse con otro ser humano único y legitimo, quedando
en una posición de curiosidad amorosa respecto del devenir vital del consultante
y no solo en una postura de experticia técnica o intelectual que distancia y
limita las construcciones aliviadoras.
Ahora, desde esta perspectiva, ¿cómo se plantea
nuestro quehacer?. Esta es una pregunta que no resulta fácil de contestar, pero
cuando nos posicionamos desde el entendimiento que la realidad depende del
observador y que no existen distinciones ingenuas, la responsabilidad emerge
como una piedra angular en nuestro
quehacer, puesto que el trabajo se enfoca en mantener conciencia de las propias
cosmovisiones y cuestionar los supuestos bajo los que operan las
intervenciones, personales o del equipo, que se ponen en juego al momento de
participar en el trabajo con otro u otros que padecen una enfermedad y cuáles
son las consecuencias de las mismas para la relación, así podemos ir logrando
posicionarnos responsablemente en una actitud de escucha que nos permita
mantenernos en el presente y entender la particularidad de cada contexto
relacional, evitando generalizar de manera automática al ser humano o las
situaciones, negando la particular validez de uno y los demás. Finalmente, no
es pretensión de este artículo dar una respuesta final o absoluta, sino invitar
a una reflexión que nos permita tomar conciencia y responsabilidad ética, de nuestro
trabajo.
COMPARTO CON UDS EL SIGUIENTE ARTICULO ESCRITO POR EL PS. CLAUDIO OCARANZA, COLEGA Y AMIGO, PARA QUE REFLEXIONEMOS SOBRE LOS CONCEPTOS DE AUTOESTIMA Y VULNERABILIDAD DESDE UNA PERSPECTIVA Y DEFINICIÓN DISTINTA A LA QUE ESTAMOS ACOSTUMBRADOS.
CAMILA CASTRO
PSICÓLOGA
ENCARGADA SALUD MENTAL
CESFAM GARÌN
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