Hoy en día la separación/divorcio es una situación cada vez más frecuente observada en la sociedad. Es un momento de crisis donde la unidad familiar pasa a modificar su estructura y se produce un cambio de la relación entre sus miembros. La estabilidad familiar tal y como se conocía, se ve afectada y ello trae consecuencias para la familia; pero principalmente quien sufre estos cambios son los niños. Por ello, cabe destacar que cualquier ruptura, independientemente que sea con o sin conflicto, debe de tener como máxima premisa: respetar los intereses de los hijos, con el objetivo de minimizar los efectos negativos que de esta se derivan.
Desde un punto de vista general, se
puede decir, que ante la separación/divorcio, la familia va a vivir dos
acontecimientos principalmente. Por un lado, la experiencia de pérdida, que es
la pérdida de la unión familiar, de vivir juntos en el mismo hogar, de los
hábitos y rutinas tal y como estaban configuradas mientras vivía padre y madre
en la misma casa, etc. Por ello, los profesionales hablan de que los
implicados pasan por un proceso de duelo. Entendiendo el duelo, como un proceso
de adaptación ante cualquier pérdida. Y por otro lado, el proceso de adaptación
a la nueva configuración familiar, a las nuevas costumbres, hábitos y rutinas,
incluso nuevas figuras como hermanos, novio/a de los progenitores, etc.
Todo ello, lleva a los hijos a vivir
en muchas ocasiones momentos complicados, generándose emociones y sentimientos
de frustración, ira, tristeza, culpa, ansiedad… y/o comportamientos
disruptivos.
Hay multitud de variables que pueden
influir sobre la intensidad de las emociones y comportamientos, como el nivel
de conflictividad presente en los padres. Los estudios de Cantón pone de
relieve algunos de las manifestaciones más comunes que podemos observar en
hijos que están pasando (o han pasado) un proceso de separación/divorcio, las
cuales son diferentes según la edad:
a) Infancia (2 a 6
años)
·
Conductas regresivas como volverse a
hacer pipí en la cama.
·
Alteraciones en el patrón de las
comidas y el sueño.
·
Quejas somáticas: dolor de cabeza,
estomago, etc. no justificadas.
·
Negarse a ir a casa de uno de los progenitores
(normalmente el padre).
·
Apatía, introversión, mutismo ante
nuevas personas.
b) Niños (de 7 a 12
años): ya disponen de mayores recursos verbales lo que en cierto modo les ayuda
a exteriorizar sus sentimientos.
·
Comportamientos y conductas de recriminación
a los padres con la esperanza de intentar unirlos de nuevo.
·
Conductas manipulativas, de
menosprecio o rencor a alguna de las figuras paternas paralelamente a la
idealización de la otra (asimetría emocional).
·
Sentimientos de culpa, conductas de
riesgo, baja autoestima, dificultades en las relaciones con sus iguales, baja
tolerancia a la frustración, agresividad.
·
Pueden aumentar la hiperactividad e
impulsividad.
·
Deterioro en el rendimiento escolar.
Niños que habitualmente tenían buenos resultados académicos empiezan a tener
dificultades.
c) Adolescencia: Es
una época complicada para los jóvenes y en la que se suelen amplificar los
diferentes problemas que se arrastran o producen.
·
Incrementar sus conductas de riesgo
(alcohol, sustancias, drogas).
·
En niñas parece que puede producirse,
en algunos casos, precocidad o promiscuidad en las relaciones sexuales.
·
Dificultades en las relaciones con
los iguales.
·
Predominio de la impulsividad y poca
capacidad para la resolución de conflictos de forma dialogante.
·
Baja autoestima, agresividad, baja
tolerancia a la frustración. En los casos más severos puede derivar a un
trastorno disocial.
¿Cómo podemos
actuar para prevenir y/o disminuir las repercusiones en el ámbito psicológico
ocasionadas por el proceso de separación/divorcio?
1. Comunicar y explicarlo desde el momento que haya conocimiento de la
separación.
Los niños pueden percibir que su alrededor está sufriendo y si evitamos
las explicaciones, les ayudamos a que fantaseen sobre lo que está ocurriendo, generando
alternativas, incluso a veces muy alejadas de la realidad y no por ellos con
menor sufrimiento. Las explicaciones deben ser claras y breves acordes a su
edad, destacando los hechos (y no los detalles que puede dañar la imagen del
otro): “papa y mama van a vivir en diferentes casas”. No emitir mensajes del
tipo “está de viaje” “ papa se ha ido un tiempo”, esto les crea mayor confusión
e ideas erróneas con respecto a lo que ocurre y esperanza de algo que no va a
ocurrir.
2. Demostrarles y expresarles de manera repetida y constante que se les
quiere de manera incondicional y que ambos
progenitores van a estar presente para cuidarles y atender sus necesidades.
Aunque es una obviedad, hay ocasiones en las que los hijos pueden llegar a
pensar que ellos son la causa de la ruptura, generando sentimientos de culpa y
con ello pensamientos de que no se les va a querer. “Papa y mama te quiere
muchísimo” “aunque no vivamos en la misma casa, papa va a estar contigo siempre
que quieras”.
3. Mostrar respeto a la figura del padre-madre delante de los niños.
Para ello, debemos de evitar las críticas, los conflictos entre los
padres delante de los hijos; y también que otras personas hablen de los padres
delante de los hijos. Ellos viven con mucha ansiedad las disputas entre
los padres, además de generar emociones ambivalentes que no saben manejar, ya
que ellos no entienden las descalificaciones hacia las personas que son sus
modelos a seguir y quieren incondicionalmente.
4. Permitir que expresen sus emociones y que pregunten todo aquello que quieran saber, les genere dudas,
malestar. No mantener conspiraciones del silencio, donde nadie habla del tema y
todo parece que sigue igual, pues este tipo de actitud favorece mayor
sufrimiento en los niños, al no tener ocasión donde poder hablar de sus
preocupaciones.
5. Mantener en la medida de lo posible los hábitos y rutinas que había antes de la ruptura. Para ello es muy
importante que ambos padres estén de acuerdo en la educación de los hijos y
sigan de manera general las mismas normas, cuando estas sean de suma
relevancia. Esto no significa que pequeñas normas-costumbres puedan ser
diferentes en cada casa (como quitarse las zapatillas en la entrada de una casa
y en la otra no). De hecho, en casa de otros familiares, estas normas sufren
variaciones y los niños y adultos nos adaptamos sin mayor complicación. No
debemos de sobreproteger o permitir conductas que antes no eran toleradas. El
mantenimiento de las normas ya establecidas, así como continuar con los mismos
hábitos y rutinas les ofrece seguridad y confianza en su vida.
http://www.actualidadenpsicologia.com/separacion-padres-como-actuar-prevenir-efectos/
Interna de Psicología
María Francisca Toro
Universidad Gabriela Mistral
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