Siempre hemos oído decir que el Cociente intelectual (IQ) es un buen indicador para saber si una persona será exitosa en la
vida. La puntuación del test de inteligencia, decían, podía establecer una
relación fuerte con el desempeño académico y el éxito profesional. No obstante,
los investigadores y las corporaciones empezaron a detectar hace unas décadas
que las capacidades y habilidades necesarias para tener éxito en la vida eran
otras, y éstas no eran evaluables mediante ningún test de inteligencia. Prueba
de ello es que empezaron a ganar terreno algunas teorías de la inteligencia que
intentaban comprenderla desde ópticas diferentes.
Si pensamos detenidamente en la trascendencia de nuestras emociones en
nuestra vida diaria nos daremos cuenta rápidamente que son muchas las ocasiones
en que éstas influyen decisivamente en nuestra vida, aunque no nos demos
cuenta.
Podríamos plantearnos:
(1) ¿Compré mi auto haciendo cálculos sobre la rentabilidad y los comparé
con otros modelos y marcas?
(2) ¿Elegí a mi pareja porque era objetivamente la mejor opción?
(3) ¿Es mi empleo el que me ofrece el mejor sueldo? Gran parte de nuestras
decisiones son influenciadas en mayor o menor grado por las emociones.
Ante esta realidad, cabe resaltar que existen personas con un dominio de su
faceta emocional mucho más desarrollado que otras. Y resulta curiosa la baja
correlación entre la Inteligencia clásica (más vinculada al desempeño lógico y
analítico) y la Inteligencia Emocional. Aquí podríamos ejemplificar esta idea
sacando a colación el estereotipo de estudiante “mateo”; una máquina
intelectual capaz de memorizar datos y sacarse las mejores notas, pero con una
vida emocional y sentimental vacía. Por otro lado, podemos encontrar personas
cuyas capacidades intelectuales son muy limitadas, pero en cambio
consiguen tener una vida exitosa en lo que refiere al ámbito sentimental. Este
par de ejemplos llevados al extremo son poco habituales, pero sirven para
percatarse de que es necesario prestar más atención a esta clase de habilidades
emocionales, que pueden marcar nuestra vida y nuestra felicidad tanto o más que
nuestra capacidad para puntuar alto en un test de inteligencia convencional.
Para eso es importante profundizar en la Inteligencia Emocional.
Elementos de la Inteligencia Emocional
Los principales componentes que integran la Inteligencia Emocional son:
·
Autoconocimiento emocional:
Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y
cómo nos influyen. Es importante reconocer la manera en que nuestro estado
anímico afecta a nuestro comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y
cuáles son nuestros puntos débiles. Mucha gente se sorprende de lo poco que se
conocen a ellos mismos.
·
Autocontrol emocional:
El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros
sentimientos o emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente.
Consiste en saber detectar las dinámicas emocionales, saber cuáles son efímeras
y cuáles son duraderas. No es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero
si fuéramos esclavos de la emoción del momento, estaríamos continuamente
actuando de forma irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos.
·
Auto motivación:
Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener la
motivación y establecer nuestra atención en las metas en vez de en los
obstáculos. En este factor es imprescindible cierto grado de optimismo e
iniciativa, de modo que tenemos que valorar el ser proactivos y actuar con
tesón y de forma positiva ante los imprevistos.
·
Reconocimiento de emociones en otros (empatía):
Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación
de las señales que los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo
emiten de forma no verbal. La detección de estas emociones ajenas y sus
sentimientos que pueden expresar mediante signos no estrictamente lingüísticos
(un gesto, una reacción fisiológica, un tic) nos puede ayudar a establecer
vínculos más estrechos y duraderos con las personas con que nos relacionamos.
Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer
paso para comprender e identificarnos con las personas que los expresan.
·
Relaciones habilidades sociales:
Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra
felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral.
Y esto pasa por saber tratar y comunicarse con aquellas personas que nos
resultan simpáticas o cercanas, pero también con personas que no nos sugieran
muy buenas vibraciones; una de las claves de la Inteligencia Emocional.
Ma. José Veas
Interna de Psicología
Universidad Gabriela Mistral
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