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viernes, 5 de junio de 2015

Atención con los contagios: El estrés pueden pasar de una persona a otra


Las personas tenemos un cerebro altamente social, y por ello fácilmente podemos contagiar nuestras emociones o, por el contrario, vernos “infectados” de las que expresan los demás.
Nuevas investigaciones presentan que observar el estrés experimentado por otras personas puede desencadenar una respuesta similar en nuestro organismo. Ver reír a alguien o a un grupo llevaría a que se desencadene nuestra risa; acompañar a una persona en un momento difícil, a sentirnos tristes; mirar bostezos, a no poder evitar comenzar a abrir la boca y también hacerlo, etc. Todas éstas son pruebas cotidianas de que las emociones son contagiosas.
Desde el descubrimiento de las neuronas espejo o especulares por el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti y su equipo de la Universidad de Parma, la curiosidad creció aún más. En su morfología, las neuronas espejo no se distinguen de las otras células nerviosas, pero sí lo hacen por la doble función que cumplen: se excitan ante determinadas acciones, las realicemos nosotros o las observemos en otros. Los múltiples trabajos realizados desde su hallazgo demuestran que las implicaciones que tienen trascienden el campo de la neurofisiología pura, ya que el sistema de espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás.

Un trabajo más actual sobre cómo los estados emocionales de los otros influyen en nosotros fue llevado a cabo por Veronika Engert, del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas. Esta investigación presentó que con el solo hecho de ver a una persona sobrellevar una situación estresante puede ser suficiente para hacer que nuestro organismo libere cortisol (más conocido como "la hormona del estrés").

El trabajo se realizó con voluntarios de ambos sexos, algunos desconocidos entre sí y otros que eran pareja. Se formaron dos grupos, uno con quienes no estaban emparentados y el otro con los que sí. La tarea consistió en que 211 voluntarios observaran a otra persona que era sometida a responder una entrevista exigente o a resolver cálculos aritméticos desafiantes, con el fin de inducirlos a sentir estrés. El resultado fue que solo el 5% de los sujetos de prueba consiguieron mantener la calma; el restante 95% tuvo un aumento significativo en sus niveles de cortisol.

Las observaciones fueron de dos tipos: a través de un espejo unidireccional o por medio de videos. Cuando la visualización de un extraño se realizó a través del espejo un 30% de los participantes presentó un notable aumento del cortisol, y este porcentaje llegó al 40% cuando las personas estaban emparentadas con quien debían contemplar.
Esto último los llevó a concluir que si bien la cercanía es un facilitador empático para el estrés, no es una condición necesaria para que se produzca. Incluso la presentación de las personas que pasaron por la prueba a través de un video fue suficiente para que un 24% de los observadores vieran sus niveles de cortisol acrecentados.
Partiendo de que en la actualidad uno de los males que aqueja nuestras sociedades es el alto nivel de exigencias, horas de trabajo, poco descanso, transito complicado, etc., resulta importante tener presente como sin quererlo nos transmitimos el estrés unos a otros.
Cierto nivel de exigencia nos activa y puede ser necesario para que podamos estudiar, cumplir con nuestro trabajo, tareas, etc., pero si es desmedido será contraproducente y afectará toda nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente).
Las obligaciones desmedidas tanto en el aula como en el trabajo perjudican principalmente dos áreas del cerebro, en donde se encuentran una gran cantidad de receptores de hormonas del estrés: el hipocampo  (implicado en la formación de nuevos recuerdos) y la corteza prefrontal (involucrada en las funciones cognitivas complejas: toma de decisión, adecuación del comportamiento, planificación, pensamiento consciente).
Si el estrés es transitivo, tal como arroja el estudio del Instituto Max Planck, ya que observar a otra persona en una situación complicada puede ser suficiente para hacer que nuestros propios cuerpos liberen la hormona cortisol.

¿Qué podemos hacer?
Es importante dar espacios para que la UCCM se recupere de los esfuerzos. Los descansos durante el día no son una pérdida de tiempo, sino, por el contrario, una optimización del mismo: permiten que el organismo vuelva a contar con la energía necesaria para responder a las tareas.
Facilitar e impulsar momentos sociales que posibiliten charlas distendidas disminuye el estrés, además de crear vínculos más humanos.
Finalmente, es vital desarrollar la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene en la generación de medios o contextos contribuyentes a nuestra mejor expresión, ya que si bien el estrés se contagia, las emociones positivas también. Antes de entrar a clase, a trabajar, a nuestro hogar, o al salir a la calle, la pregunta que debemos hacernos es: “¿Qué estado emocional voy a contagiar?”, y luego ser capaces de gestionarlo si no es el apropiado. Puede parecer algo sencillo, pero, sin embargo, el simple hecho de hacernos una pregunta activa nuestro cerebro y lo incita a buscar una respuesta para hacernos conscientes de cómo nos encontramos emocionalmente. Este proceso también puede realizarse al inicio del día laboral, de una reunión, actividad, etc.
NSE. Marita Castro.

Directora Asociación Educar
Cristopher Palacios C.
Interno de Psicología
Universidad Mayor

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