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lunes, 18 de mayo de 2015

El Adolescente y sus Máscaras

Por: Psiquiatria.cl




"Nuestros jóvenes de ahora aman el lujo, tienen pésimos modales y desdeñan la autoridad, muestran poco respeto por sus superiores, pierden el tiempo yendo de un lado para otro, y están siempre dispuestos a contradecir a sus padres y tiranizar a sus maestros”.

Cualesquier padre o madre de un joven o una joven de 16 a 17 años podría haberlas pronunciado, pero son de Sócrates (469 – 399 AC), y sin duda nos sorprenden por su actualidad a pesar sus más de 2400 años.
La adolescencia es una etapa muy importante en la vida de los seres humanos, en ella se logra integrar el sentido del sí mismo y se define la identidad sexual, vocacional, grupal e ideológica de la persona. Aunque existen grandes diferencias individuales, la mayoría de los especialistas coinciden en que abarca las edades comprendidas entre los 12 y los 18 años.

Este complejo proceso de la adolescencia se caracteriza por cambios en todas las esferas de la persona. Se produce una transformación corporal, se despiertan las necesidades sexuales, se enriquece la vida emotiva e imaginativa (lo que conduce a ensoñaciones y al apasionamiento), aparecen las amistades exclusivas, se generan actitudes ambivalentes y extremas entre el deseo y el amor platónico, habiendo muchas veces una orientación sexual frágil. También se aprecia una gran labilidad del carácter y rebelión contra los padres, un acusado rechazo de las ideas admitidas, y una marcada inconformidad con la sociedad en la que se desarrollan.

Por todo lo anterior es un período de intensas dudas, de incertidumbre, ambigüedad, timidez, y búsqueda de originalidad, lo que les conduce al narcisismo, a tener una gran necesidad de estimación y de afirmar su propio YO.

Adicionalmente sabemos que la imagen que los adultos tienen de los adolescentes está falseada por ciertos estereotipos que han tenido ocasión de contemplar y por las respuestas de los adolescentes frente a esos estereotipos.

Algunos de los estereotipos del adolescente son los siguientes:

Riesgosos
Los adultos los consideran seres riesgosos, que al menor descuido se involucran en actividades peligrosas, por lo que tratan de aislarlos generando reacciones o conductas de protección motivadas por el deseo de seguridad de los padres.

Hipersexuales
Se les considera un “manantial de hormonas”, lo que se asienta en el despertar sexual del adolescente. Esto puede reactivar una crisis de adolescencia en los padres e incluso generar rivalidades familiares, como por ejemplo entre la madre y la hija.

Inadaptados
Adolescentes con profundos sentimientos de relajación y falta de coordinación interna que los lleva al aislamiento y la rebeldía social. Situación que puede verse agravada en presencia de padres inestables e inmaduros.

Envidiables
Ya que el adolescente tiene todo el futuro por delante algunos adultos, dependiendo de su experiencia previa como niños y adolescentes, pueden considerarlos seres envidiables o bien identificarse narcisísticamente con el futuro del adolescente, contemplándolo como si fuera el propio.

Abandonadores
Los padres pueden considerarlo como un ser que los comienza a abandonar, comienzan a perderle, lo que les hace sentir un vacío en el hogar, pues ven diluirse los objetivos que los movieron durante los primeros años de la vida del hijo.

Reformadores
El adolescente ansía crear una nueva cultura, lo que genera respuestas contradictorias de los adultos, por un lado ponen a prueba la tolerancia que éstos decían sostener, y por otro generan resistencia frente a los cuestionamientos y cambios propuestos.
Sin duda la adolescencia es una etapa maravillosa y fascinante, pero al mismo tiempo puede ser controvertida y algunas veces ingrata, y por ello como padres necesitamos una dosis extra de cariño y comprensión.

Finalmente quisiera citar las palabras de Irvine y Brown, dos especialistas en el tema, quienes señalan lo siguiente: “hay que ser sumamente prudente al enjuiciar al adolescente, ya que, por un lado, los padres, que resolvieron rápida y superficialmente su crisis de adolescencia, ven aparecer, de cara a su hijo, todos los problemas que no acertaron a resolver, y puede sobrevenirles una nueva crisis que les hace dudar de sí mismos y de sus móviles; por otra parte los adolescentes someten a sus padres a una especie de prueba ante el combate, la discusión o el desafío, buscando en que medida los padres son auténticos, y hasta que punto su valor, su valía y sus desvelos por los hijos son auténticos”.



María Francisca Toro
Interna de Psicología
Universidad Gabriela Mistral. 

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